Al hilo de las denuncias de nuestro amigo y gran artista,
Paco Mármol, en la entrevista que le dedica el
Diario de Cádiz, queremos expresar nuestra humilde opinión al respecto.
En Cádiz, el arte no solo está en crisis, está en agonía, y las instituciones que deberían ser sus mecenas, actúan más como sepultureros. Trasladando eso a nuestro terreno, en nuestra pequeña galería nos enfrentamos a una triste realidad: debido al desprecio y olvido que las instituciones públicas han mostrado hacia el arte en esta región, y a su falta de fomento de una verdadera apreciación por él entre sus ciudadanos, nos encontramos con datos de ventas alarmantes. La mayoría de nuestras ventas se realizan a foráneos, invirtiendo el público local, poco o nada en arte. Y este fenómeno no se puede atribuir únicamente a nuestro históricamente enquistado y limitado poder adquisitivo, si no principalmente a la escasa educación artística que se nos ha inculcado, se nos inculca y se nos inculcará, nos tememos.
El Desdén de los Espacios Públicos
Los espacios públicos, ideados como santuarios y promotores del arte, a menudo terminan siendo su mausoleo. Se ofrecen como limosnas y la elección de quién expone rara vez se basa en la calidad de la obra; más bien depende de la perseverancia del artista o de tener el contacto adecuado. ¿Son realmente galerías de exposición o se han convertido en mausoleos donde el arte muere en silencio? Además, siendo espacios públicos, surge la pregunta: ¿cómo se espera que un artista venda su obra para cubrir los costos que tiene que asumir? En zonas más "civilizadas" al artista se la paga por exhibir, y obviamente, se les paga a los buenos, lo que hace que en nivel de lo expuesto, deba ser mayor.
La hipocresía institucional
Volviendo a nuestras instituciones locales, provinciales y autonómicas: aunque las comparaciones pueden ser odiosas, en la reciente edición de la semana del arte contemporáneo en
Madrid, observamos cómo otras regiones apoyan a sus artistas con presupuestos para stands, ayudas y compras substanciales. En contraste, aquí se les ofrece un rincón frío y la falsa promesa de un prestigio pírrico que no sirve para pagar las facturas que les genera exponer. Además, la hipocresía institucional es palpable; los dirigentes solo parecen recordar el arte cuando necesitan un retrato para algún político, para representar poder y autoridad, o para decorar sus despachos, lo cual revela su verdadero interés en la cultura artística.
La economía del arte: un acto de malabarismo financiero
Mantener una galería en Cádiz es un acto de malabarismo financiero donde las ventas son tan esporádicas que más parecen un milagro que una expectativa razonable. ¿Vivir de vender arte? Una utopía, al menos en
estas tierras. Por eso, las galerías deben contar con
otras actividades
para subsistir, porque aquí el arte se sostiene por amor, no por dinero. Se da además la paradoja de que algunos artistas, en un triste intento de compensar las escasas ventas, los precios de sus obras son notablemente más elevados que en lugares donde el arte sí importa. Pero bueno, esto es más bien para otro foro.
Nuestro compromiso en esta trinchera
Desde nuestra
galería, tratamos de apoyar a los artistas cubriendo los costos de montaje, cartelería, promoción y transporte, a menudo llevando obras a pie, ya que la mayor parte de los artista que con nosotros exponen, son locales. Cobramos a los artistas solo unos honorarios por venta, que consideramos más que razonables. Pero seamos sinceros: esto no es sustentable; es un acto de resistencia contra un sistema que desgasta más de lo que construye.
La verdadera excelencia: más allá del arte
No exigimos mucho aquí, solo una autenticidad y talento que hablen por sí mismos. Y una cosa tiene que quedar clara: incluso si se trata de Miró, si el artista no tiene calidad humana, aquí no tiene espacio. Nos aseguramos de que cada artista que pasa por nuestras puertas sea verdaderamente un Artista con mayúsculas, y en el más amplio sentido de la palabra.
Y por último, una llamada a la acción
Las galerías de arte en Cádiz enfrentan una tormenta perfecta de desafíos, pero estamos aquí, firmes, dispuestos a luchar por un cambio de paradigma. No sólo ofrecemos un espacio; ofrecemos un santuario donde el arte se respeta y se valoriza como debería ocurrir en todas partes.
A los artistas y amantes del arte: es hora de exigir más.
A las instituciones: despierten y den al arte el lugar que merece en la sociedad, no como un adorno, sino como el pulso vital de nuestra cultura.